27 de enero de 2016

Un reloj llamado tiempo •Capítulo 2•

Todos los pasajeros seguimos hablando sobre nuestra situación. Cada uno ha recogido su equipaje para tenerlo controlado, comienzan a formarse pequeños grupos. Algunos lo forman la familia, y se reúnen en un compartimento. Otros se agrupan con la gente de su compartimento.
En mi caso, pertenezco al segundo conjunto, ya que decidimos juntarnos Darren, Néstor, Carlos y yo.
La verdad que me gusta mi grupo, no nos conocemos entre nosotros, pero a todos nos gusta hablar de cualquier cosa. Quizá Darren sea el que menos quiere participar, pero no importa, es una persona agradable igual.
Hemos colocado nuestras maletas en una pila, junto a la ventana, la comida para que se mantenga fresca con el poco frío que entra de fuera. Justo están el el espacio que tenía para mis piernas. Pero me dejan ponerlas por encima. La verdad que estoy más cómoda así, me recuerda al césped, cuando me sentaba bajo mi árbol. Aunque son más mullidas las maletas, también me recuerda a las plantas de las patitas de los gatos. Nunca he tenido uno, pero me las imagino blanditas y suaves. Y las maletas solo se parecen en el carácter blandito, no tanto en el suave.

Comenzamos a hablar sobre nosotros, para conocernos mejor.

   – Lo primero que podríamos decir sería por qué tomamos este tren– dice Darren.

   – Estoy completamente de acuerdo contigo querido compañero– dice Nestor.

   – ¿Alguien quiere comenzar o empiezo yo?– pregunta Carlos.

   – Empieza tú– digo. Sonó demasiado como una orden–, si quieres– añado.

   – Vale– responde, parece que no consideró el tono imperativo que utilicé–. Es la primera vez que me subo a un tren, y salgo de mi pequeña ciudad-. Hace una pausa–. Siempre quise conocer otros lugares, más allá de mi ciudad. Y el primer paso para mi viaje fue este tren que veo pasar todos los días al lado de lo que era mi casa. Por fin  me he subido en él.

   – Linda historia– digo. Es verdad, me parece admirable lo que ha hecho.

La contaba tan risueño y con tanta ilusión que me hizo sonreír. En eso se parece un poco a mí.
Carlos me recuerda un personaje, es muy expresivo, y deja que se vea sus sentimientos más profundos reflejados en sus ojos, y ríe y habla alto. Me extrañaría que lograse susurrar para no despertar a alguien.

   – ¿Y tú?– me pregunta Carlos.

13 de diciembre de 2015

Un lugar donde encontrar la libertad-1ª Parte

No veo nada, un trapo cubre mis ojos. Solo oigo ruidos: una puerta metálica que se abre, unos pasos.

-Camina- dice alguien a mis espaldas.

Me empujan. Doy un paso. Por un instante no siento el suelo bajo mis pies, pero termino aterrizando en él. Me dejo llevar por los empujones que me van dando. ¿A dónde me llevan? Después de caminar un rato oigo una llave, una puerta que rechina al abrirse. Entonces me quitan el trapo, me dan un empujón que me hace entrar en una habitación y cierran la puerta.

Hay dos camas, una de ellas ocupadas por un individuo vestido con ropas descosidas y sucias que se encuentra recostado mirando a la pared. Del techo cuelga una bombilla amarillenta que parpadea. En una esquina hay una especie de retrete sin tapa que desprende un asqueroso olor a vómito. Voy hacia la cama desocupada y me dejo caer. Los muelles chillan al sentir el peso de mi cuerpo.

El individuo parece percatarse de mi presencia. Se levanta de la cama y da unos pasos hacia mí hasta estar a un metro de distancia. Aprecio sus rasgos faciales: dos cicatrices le recorren la mejilla; su pelo, largo y seboso cae alborotado como una cascada sobre su cara; y sus ojos, exageradamente abiertos, se encuentran delineados por dos fuertes ojeras.

-¿De dónde eres?- me pregunta. Su voz es grave y áspera.
 -De Greenway- contesto.- Me atraparon y me separaron de mi hermano.- Hago una pausa.- Me llamo Charles- y al ver que no dice nada le pregunto:- ¿Sabes dónde estamos?
El individuo encoge los hombros.
-Lejos de Greenway- termina diciendo y se vuelve a recostar sobre su cama. Decido hacer lo mismo.

Pasa el tiempo. En un momento la bombilla se apaga. Supongo que ya es de noche. Al final me duermo.

Estoy en el salón, sentado en mi sillón. Las llamas del fuego iluminan media cara de las figuras del tablero de ajedrez. La otra se encuentra enmascarada por las sombras, sombras que continúan a lo largo del tablero, como una distorsión alargada de las figuritas. En frente de mí, en otro sillón, está mi hermano. Al igual que las figuras, el fuego solo le ilumina la mitad de su cara afilada.

 - Jaque- digo.

Veo como mi hermano clava sus ojos en mí, y con su mano izquierda agarra el alfil y sonríe. De repente, se oye un ruido en el pasillo. Un trote de pies. Instantes después aparecen personas vestidas de militares. Me agarran. Mi hermano pregunta qué está pasando. Me pongo histérico. Pataleo. Grito. Gritan.


6 de diciembre de 2015

Deliciosa inmortalidad

Crujen ramitas bajo mis pies
Un rastro de sangre es lo que ves.


Por mi  cuchillo gotas se deslizan.

En mi mirada tu muerte anunciada.
En mi mirada tu muerte reflejada.


Me rodeo de fría y deliciosa oscuridad
Mis labios dibujan una sonrisa.

El cuchillo se prepara para atacar.


En tierra yace tu cuerpo, 
tintado de escarlata.


De ese dulce vino se nutre la oscuridad.
Así alimento a mi eternidad.


Así logro mi inmortalidad.


28 de noviembre de 2015

Un reloj llamado tiempo •Capítulo 1•

Es un día nublado, en el cual la lluvia se vuelve un susurro constante en mis oídos. Espero sentada en un banco, al resguardo del mal tiempo, a un tren que me lleve lejos de aquí. Que me lleve a un lugar donde logre ser más feliz.
Estoy mirando el reloj de la estación y me doy cuenta de que los segundos no pasan. La manecilla gira. Da dos segundos e inesperadamente regresa a su posición inicial para volver a marcar aquellos dos segundos eternos.
Mis pensamientos comienzan a divagar. Comienzo a prestar atención a las gotas de agua que caen sobre las vías.

Llega el tren, me saca de mis pensamientos. Me levanto, y despierto a una mujer que tengo al lado, ella también estaba esperando este tren.
Nos dirigimos a la entrada donde ya se ha formado una pequeña acumulación de gente. Muestro mi billete y me deja pasar, me dirijo a mi vagón. Por suerte me ha tocado un sitio al lado de la ventana.
Pasa mucha gente por el pasillo central, pero nadie se detiene y se manifiesta como mi acompañante de viaje.
Arranca el tren.Como consecuencia, podemos decir que de forma definitiva no tengo acompañante en la primera parte del viaje. 
En la siguiente parada, algunas personas entran en mi vagón y una de ellas a mi lado.

Un simple "hola".

Una sonrisa tensa.

21 de noviembre de 2015

Parte

... de la verdad de todo esto. A veces suceden cosas, que son malas y te entristecen. Sabes que parte de la culpa es tuya, no entera, pero sí una pequeña parte. Eres consciente, y sabes un caso hipotético para que salga bien, pero no puedes compaginarlo con tu vida porque supondría prescindir de muchas otras cosas y el mal que provocaría sería peor. Por eso sólo la cumplirías en parte y el objetivo se lograría en parte.
Pensar esto es frustrante. Muy frustrante. Porque tienes un problema, todos los datos y las herramientas necesarias.Hasta tienes ganas, motivación para resolverlo. Pero no puedes resolver ese problema. No puedes, porque no sabes y nadie puede decirte eso.
Luego, con todo eso en la cabeza, llega alguien. Alguien que te aprecia y que no le gusta verte triste. Y al verte y tú decirle que estás triste, trata de animarte. Estas personas hacen discursos, algunas veces llegan a ser tediosos. Su intención es buena, pero al final, te parece más un discurso para el mismo, más que para alegrarte a ti y hacerte sonreír.
En este discurso te suelen decir lo que ya sabes. Donde está el fallo (en ti) por si no te habías dado cuenta. Luego, maneras de solucionarlo (en las cuales tú también has pensado). Pero en conclusión acaban llegando a la misma que tú llegaste antes. Y entonces hay que decirles que eso es un caso imposible. Lo entienden, y algunas veces, aunque subrayo que todo lo hacen con buena intención, se les ocurre decir pues acepta que no puedes y punto, es un " ríndete" suave, inconsciente y doloroso. Lo dicen porque, al igual que tú, ellos tampoco ven una solución, pero como quieren animarte dicen una salida que ven al problema, que es dejarla pasar. Rendirse nunca se debería considerar solución. Abandonar no es una solución.
De estas personas podemos decir que no son buenas haciendo discursos y aquí va un consejo para ellas, de vuestra parte: "a veces no se necesitan palabras para arreglar problemas. Ni encontrar soluciones a otros. Porque si el problema es del interior. Solo compartiendo el silencio y un simple abrazo el interior se cura. No preguntéis porqué, pero es así. Muchas veces sólo una expresión de cariño, y ella sin ninguna otra cosa, es capaz de solucionar problemas grandes como el mundo. Es más, se podría decir que soluciona mundos. Mundos interiores, individuales y dependientes del exterior. Quizá para calmar una ruidosa tormenta, no hagan falta más voces, más sonidos. Sino una silenciosa demostración de amor".

16 de noviembre de 2015

A cada minuto te extraño

Cuando extrañas a alguien, suele pasar que piensas más en él. Pero cuando lo amas y lo extrañas, entonces a cada minuto que pasa has ideado una vida con él.
Cada minuto que pasa ha sido para ti otra hora de espera interminable.
Cada minuto que pasa, piensas que quizá por no estar ahí con él ahora, ya no quiera estar contigo.
Cada minuto un mundo eterno y sin desenlace que acaba concluyendo con un: te extraño.

Pero también pienso que, a lo mejor, tú también me extrañas. Que para ti también se esté haciendo eterno.
Quizá y sólo quizá hayas pensado también esto que estoy escribiendo.

Y aunque te extrañe y esté medio triste, cuando vuelvas solo verás en mí, alegría. La que quiero encontrar en ti, porque sólo quiero verte sonreír, por siempre. En fin, ser feliz.

Maldito mundo ¿no podrías haber hecho todos los continentes uno?
Maldito universo que en tu origen creaste inmensos espacios junto con el tiempo.
Maldito mar y su distancia, ¿Por qué no hemos desarrollamos branquias?

Juntos. Juntos y felices. Así somos en mis sueños. Quiero, quiero congelar el tiempo, coger un avión y volar hasta tu hogar. O quizá simplemente despertar de este sueño y descubrir que me dormí pegada a ti, en un abrazo.
Sé que se cumplirá. Algún día llegaré o llegarás. Y en ese momento, el resto dará igual. Lo prometo. Prometo que llegaré.
Te amo.

14 de noviembre de 2015

La bota del delfín

Erase una vez, un delfín que vivía en un mar lleno de corales. Él solo conocía a pececitos que eran muy pequeños y muy tontos. Pero el delfín quería tener compañía de su especie y de su intelecto. 
Un día el delfín se encontró una bota. Una bota multicolor con pequeñas estrellas de mar como hebilla. Y brillaba, brillaba mucho. Tanto que no pudo resistirse tocarla, recogerla y llevársela a su casa.
Pero por las noches la bota temblaba y el delfín no sabía por qué. La llevó al médico y este le dijo que necesitaba una planta mágica para curar a la botita hermosa. Le dijo donde se encontraba y el delfín fue a buscarla.
Aquella planta estaba en otro planeta en un planeta donde había mucha más agua. Nuestro delfín llegó al planeta y trató de encontrara a alguien que le enseñase por donde podría encontrar la planta. Pero no vio a nadie. Aquel lugar estaba vacío. Entonces dio vueltas al planeta. Y vueltas y más vueltas
Hasta que al fin, tras un larga búsqueda y medio planeta recorrido, la encontró. Puso la planta en la bota y fue entonces, cuando sucedió la magia. Todos los colores de la bota se despegaron y cada uno tomó la forma de un lindo delfín. Cada delfín era de un color del arcoíris. Y todos nadaban reían y lo llenaban todo de felicidad. Además, aquel resplandor tan potente de la bota partió hacia otro lugar de la galaxia. 
Entonces supieron que había más como ellos y que deberían salvarlos de su encierro. Y partió nuestro delfín, esta vez en compañía, en busca de aventuras. En busca de la felicidad.

Gracias a Hikachy por ayudarme y apoyarme al escribir este cuento. No habría quedado igual de risueño sin ella.